jueves, 23 de octubre de 2014

"Mis historias de Samaín"


Un niño llamado Javier había quedado con sus amigos en esta noche. Ellos ya habían ido a muchas casas; entonces, el más chulo de la pandilla, Cosme decidió que fuesen solos y que luego se verían en el parque.
Javier fue a casa de una amiga de su abuela, para no tener tanta vergüenza. Ella le dio los caramelos pero, cuando abrió la calabaza, salieron unas cuantas arañas y un fantasma, por lo que huyó corriendo al parque. 
Todo era mentira, el de la idea había sido el promotor de la idea.



En una noche de Halloween, una familia muy feliz: los padres haciendo la cena mientras que los niños jugaban disfrazados.
Eran muy raros, parecía que les gustaba celebrarla todos los días.
Prepararon: ojos cocidos con dos corazones a la sartén. Les encantaba pero, como los pequeños quedaron con hambre, hicieron un postre sencillo: ¡Cerebro bañado en sangre!
¡Se lo tomaron en un periquete!
Más tarde, decidieron hacer algo más normal: churros con chocolate.
Después de tomárselos, siguieron jugando todos juntos.



Este camino era de terror. Tenía escenas de películas de miedo: "Scream", "Chuky", "El resplandor", "IT"... O sea, que pasabas por allí y veías fotos y escenas de las mismas.
Fue muy famoso, pero uin día ocurrió algo que nadie esperaba:
¡Ya no tenía las fotos, sino a los protagonistas en la vida real!
Y no se mueren, llevan 1.999 años en el mismo lugar...



A una señora le encantaban los perros y tenía catorce.
Los disfrazaba de calabaza, como éste que veis; en otoño de joyas y en navidades de renos. En otras estaciones no los disfrazaba porque los animales estaban de mal humor y no sabía el porqué.



A estos peluches les encanta cantar: a las personas tristes canciones tristes, a los enfadados rock and roll y a los normales pues éxitos de los 40.
Les encanta jugar y también: ¡Dormir!
Hacen de todo, pero siempre cantando.
Se lo toman todo a bien, poco tienen que ver con su fiesta.

Raquel Urgorri


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