Un día, Juan estaba con su mono Edgar en el salón. Los dos estaban como si nada, sentados, cuando de repente el animal se puso a bailotear de un lado para otro.
El chico le dijo:
- ¡Cuidado, cuidado, que te vas a hacer daño!
No hacía caso, seguía y seguía y no paraba.
Juanjo pensó si le había dado algo el día anterior, se acordó: ¡Ostras, me olvidé, ayer se tomó el bote entero de azúcar!
No le quedó otra que llevarlo a una clínica veterinaria, donde le pusieron un tranquilizante.
Diego
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