Suelo hacerlo en San Cristóbal, donde tengo una casa, así como un amigo llamado Diego.
En verano bajábamos a la playa y jugábamos a tirarnos desde una roca al mar.
Cierto día apareció un tronco que pesaba toneladas; unos amigos lo arrastraron por el agua hasta dejarlo en nuestra playa.
Al día siguiente, un temporal bastante fuerte; de repente, unas cuantas carabelas portuguesas... Por lo que no quedó otra que salir del agua.
¡Nos dimos cuenta que no estaba el tronco! El oleaje lo había arrastrado.
Poco después, lo devolvió a otra playa cercana. ¡Viva, ya lo teníamos otra vez!
Dalia
No hay comentarios:
Publicar un comentario