Había una vez un alien que viajó a la Tierra con la intención de conquistarla. Desde el espacio se veía un planeta tan azul y tan verde que le llamó la atención.
El aterrizaje fue un poco accidentado, estaba granizando mucho y pensó que lo recibirían a pedradas.
Su primera pisada en el planeta fue sobre porquería de perro (qué peste); tuvo que correr a bañarse en el mar. Una ola gigante lo envolvió y tragó tanta arena y agua que creyó que se moría. Como pudo, se levantó e intentó cruzar la calle, pero un camión le pisó el pie (por cierto, los tenía muy grandes). ¡Qué dolor!
Esto no estaba saliendo como esperaba, así que se fue a descansar a su nave.
Al día siguiente amaneció acompañado de hormigas, mosquitos, moscas..., ya que se había dejado la puerta abierta. Como pudo, las fue echando, pero era tarde, estaba llenito de picaduras.
Aunque su primera impresión no había sido nada buena, decidió tener otra oportunidad y esta vez se fijó en los habitantes: comían cosas raras, siempre andaban apurados, hacían mucho ruido y generaban mucha basura.
Este no era su lugar, decidió regresar a su planeta, donde podía vivir tranquilo.
Gael
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