sábado, 27 de febrero de 2010

"El amor familiar nunca se pierde"


Un niño llamado Lucas era muy delgado y todos se burlaban de él.
Un día, en el colegio, se escuchó un grito enorme: ¡Ayyyy! Había sido nuestro protagonista, un matón le había pegado un puñetazo; como no tenía amigos, no le podían ayudar.
Al llegar a casa, nadie le hizo caso; pero no le extrañó porque siempre era igual.
Una tarde, harto ya de que todos lo ignoraran, decidió marcharse de allí.
Al cabo de un rato empezó a preparar las cosas: la mochila para el colegio, comida, ropa, mantas, peluches para que le acompañasen y el poco dinero que tenía.
Estuvo toda la tarde buscando un sitio acogedor donde dormir, pero no se puede decir que hubiera muchos. Al final se tuvo que decidir por quedarse en el parque con los animales nocturnos, aunque no le hacía mucha gracia ya que era muy miedoso.


Esa noche tuvo muy, pero que muy mala suerte porque hubo ventisca y un tremendo temporal.
Lo pasó fatal, pero no había gente riéndose de él.
Al día siguiente, en el colegio, llegó un niño nuevo cuyo nombre era Manuel, que tenía el mismo problema que Lucas: vivía con una hermana que no le hacía ni caso.
Al salir de clase, los dos se juntaron y decidieron hacerse compañía.
Los dos se daban cuenta de que sin su familia no eran nada; pero qué iban a hacer si los ignoraban.
Pensaron en una solución, y lo primero que se les ocurrió fue ir a un gimnasio a ponerse en forma para poder enfrentarse a los matones que les acorralaban.
Así, se prepararon durante varias semanas sin descansar, aunque sin efecto; a pesar de ello, decidieron seguir adelante con todas sus fuerzas.
Ya algo cansados, dejaron de ir a clase: nadie quería estar con ellos, así que …
En el colegio, preocupados por su falta, se preocuparon mucho y salieron a buscarlos.
Cuando los encontraron, se sorprendieron, estaban abrazados llorando y gritando:
“¡Quiero a mi mamá! ¡Quiero a mi hermanita!”
La profesora los cogió y los llevó a su casa a que descansaran.
Al otro día volvieron a sus hogares, aunque no muy contentos, porque pensaban que todo seguiría igual; pero al abrir la puerta se escuchó: ¡Fiesta! Les pidieron perdón y todo volvió a la normalidad.
A la vuelta al colegio, se enfrentaron al matón, que no se volvió a meter con ellos.

¡QUÉ BIEN SE VIVE EN PAZ!

Andrea


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