Vive en una residencia; cuando vamos a visitarla, solemos encontrarnos a más abuelos. ¡Así es!
Al salir de casa la avisamos de que vamos a ir a verla y que se vaya arreglando. Ella tarda bastante ya que utiliza una silla de ruedas. En el coche la volvemos a avisar y siempre responde: "¡Ya lo sé!"
Una vez en la residencia, la buscamos; al preguntarle a la enfermera dónde está, dice: "Está en la habitación viendo la tele".
Siempre tenemos que esperar abajo.
En la residencia mi hermana y yo somos el centro de atención; sus amigas nos dan dinero para las máquinas dispensadoras, nos tiran de las mejillas, y la enfermera nos da gelatinas de fresa. Es un lujo, hasta que llega ¡Amparo!
Ella no está muy bien de la cabeza; a mi hermana pequeña le da miedo, entonces se esconde. Amparo le pregunta: "No sé por qué os asusto si yo os daba de comer cuando erais pequeñas?" Lo peor es que ni siquiera la conocemos.
De estar lista, baja y eso se nota porque empieza a gritar de felicidad.
Salimos a jugar. Mi padre se encuentra con Antonio, que siempre le repite que es de Uxes. Todos los días le cuenta lo mismo.
Le damos un abrazo, nos despedimos y nos vamos.
Es muy "guay", todo son recuerdos y anécdotas.
Mar
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