Lidia - Recuerdas mi disco que rayaste.
Lamberto - ¿Te refieres a ese?
- Sí, el que me cogiste.
- Pues..., recuerdo haberlo cogido, pero solo para ver cuál era.
- Entonces, ¿quién lo sacó de la funda?
- Bueno, puede que solo lo sacara de la funda.
- ¿Quién estuvo escuchando mis canciones?
- ¿Oírlo? Puede, solo puede, que pusiera una canción, más que nada para ver si correspondía a la funda.
- Y también me lo rayaste.
- ¿Rayado? ¿Cómo pude haberlo rayado?
- ¡Ah! ¿Cómo es que lo está?
- Puede, solo puede, que la aguja del tocadiscos se me cayera de la mano, pero...
- Misterio solucionado, por tu culpa.
- ¿Culpa mía?
- Sí, porque lo estropeaste.
- ¿Estás insinuando que yo?
- ¡Lo tienes que pagar!
- ¿Pagarlo? ¡Es fantástico, fantástico: únicamente quería ayudar!
Fede - A mí también me tiraste mi trofeo.
Lamberto - ¿El del torneo de verano?
- Sí, ese mismo.
- Te refieres a esa copa que te dieron por jugar de reserva y encima quedar vuestro equipo de último.
- ¡Sí, esa! Y me la cogiste.
- ¿Cogerla yo?
- Y aun encima hablas con sarcasmo.
- ¿Cómo que hablo con sarcasmo?
- Entonces, quién la tiro al suelo, listillo.
- Puede, solo puede, que entrara para leer la plaquita, ¿eso es malo?
- ¿Quién la tiró al suelo? ¡Eh!
- ¿Caerse al suelo?
- ¡Sí, la tiraste!
- ¡Ah, no! La dejé en la mesa.
- A ver, explícame cómo cayó.
- ¡Pues habrá habido un terremoto! A veces los hay y no nos damos cuenta.
- ¡Estoy deseando tu paga semanal!
- ¿Qué?, ¿mi paga semanal?
- Sí, no queda otra.
- ¡No es justo, no lo es! ¿Por qué debo cargar con todo lo que sucede aquí?
Mar
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