Un día, cuando era pequeña, me había puesto el pijama para irme a la cama.
Estaba muy cansada, así que apagué la luz. Cuando me tapé, ya decidida a dormirme, empezó a sonar un ruido: ¡Una alarma de un coche!
No paró de sonar en toda la noche, así que yo intentaba de todo: taparme las orejas, meterme debajo de las mantas, ponerme la almohada alrededor de la cabeza...
La sirena no paró. Por la mañana no me aguantaba de pie y me pegaba contra los marcos de las puertas.
Andrea
Bueno, yo en tu lugar le tiraria una piedra
ResponderEliminarbien gorda para que se callase o si no se
calla le gritaria al dueño.Eso si no aguantaria ni cinco minutos.
CHAO.