En un reino muy lejano vivía un rey con su esposa.
Un día inesperado tuvieron que irse porque se acercaba un huracán. No sabían a dónde; intentaron comunicarse con todos sus familiares, hasta que contactaron con un primo.
Un día inesperado tuvieron que irse porque se acercaba un huracán. No sabían a dónde; intentaron comunicarse con todos sus familiares, hasta que contactaron con un primo.
Cuando los reyes llegaron a casa de su pariente, llevaron un gran disgusto: las habitaciones eran un auténtica pocilga.
Entonces se pusieron manos a la obra y en dos días todo estaba como los chorros del oro. Al primo le pareció fantástico.
Llegó la hora de regresar a su reino y se sentían incómodos, a pesar de que todos hacían lo imposible para que no fuese así.
Pero no hubo forma y decidieron cederle el trono a su primo, firmaron unos papeles y ¡Listo!
Vivían tranquilos sin responsabilidades.
Pero no hubo forma y decidieron cederle el trono a su primo, firmaron unos papeles y ¡Listo!
Vivían tranquilos sin responsabilidades.
Decidieron visitar a su prima para ver qué tal le iba. Una vez allí, el rey le dijo:
- Me hiciste un gran favor que casi nadie sabe.
- ¿Y qué favor te hice? - Le contestó.
- Que el pueblo no estaba muy conforme con mi reinado y estaban preparando una huelga. Te agradezco haberme liberado de semejante carga.
Diego Seoane
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