Eso de hacer un agujero profundo a fuerza de martillar con el pico no estaba en sus planes.
La madre, por su parte, vivía confiada en que, una vez avanzado el verano, cuando los tres pichoncitos hubieran cambiado el plumón por la pluma, les vendría enseguida las ganas de volar, olvidándose por tanto de sus disparatadas ideas. Se equivocaba la buena madre porque los tres hermanitos ya tenían sus proyectos, y una mañana en que ella preguntó qué iban a ser si no pájaros, contestaron:
- Queremos ser marineros!
- ¡Cómo! - dijo la madre asombrada. Pero, hijos, ¿habéis visto algún pájaro navegante?
- Los patos. - dijeron los pichones.
- Si marinero es es que navega en un barco y ningún pato va a bordo de uno.
La madre, pensando que poco a poco se le pasarían estas locuras, fue a buscarles comida.
Este sueño empezó desde muy pequeños, al ver el río y preguntarse a dónde iba.
La respuesta les llegó un día cuando un alcatraz, que había venido a ver los montes florecidos, se posó en una rama y les contó que él provenía del mar.
- ¿El mar? - djjeron todos. ¿Qué es?
- A donde van los ríos.
Y así les contó las maravillas del mar; como era inmenso; como tenía olas, barcos y peces que lo recorrían; y como el viento llevaba su parte en todo.
Lo que más interesó a los pichones fue la idea de los barcos y cómo navegaban por el mundo entero manejados por navegantes que trabajan y viven a bordo de ellos todo el tiempo.
Así que un día, recordando esta historia, pensaron en ser marineros de verdad, por lo que tenían que ir al mar.
- ¿Cómo lo hacemos si todavía no nos salen plumas para ir volando?
- Escuchen - dijo el tercer pichón. Si todos los ríos van al mar, este también irá. Entonces, por qué no empezar a navegar.
- ¡Navegar! - dijeron los otros haciéndosele agua sus bocas. Pero no tenemos barca.
Carla
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