Siempre quise tenerlo, pero más ahora porque, cada vez que veo uno, me entran las ganas de pedirle al dueño si me lo vende.
Me haría compañía, si me aburro jygaría con él (¿Y si no?), en la playa tendría con quien hacer una carrera.
Lo malo sería recoger su porquería, llevarlo al veterinario, y podría mojarme la cama con su orina.
Si al animal le gusta jugar con las pelotas, puede que una vaya a la carretera y algún coche podría atropellarlo.
Le llamaría Oreo, por dos motivos: porque ese nombre me encanta, y porque mis primos tienen uno que se llama igual.
Iago
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