Va a acabar mi cuarto curso con mi tutoría. Si miramos atrás, parece que fue ayer cuando comenzamos una ruta, a punto ya de finalizar.
El primer día, tras la presentación, las caras de los niños mostraban nervios, cierta tensión, incertidumbre, preocupación... Por tener que enfrentarse a un supuesto enemigo, en base a críticas externas sin sentido alguno.
Procuré tranquilizarlos, lo que no supuso mucho; y una vez que la calma reinó, les avisé de que solo descansaríamos cuando yo lo hiciese. Lógicamente, pensaron que iban a tener mucho tiempo libre: esa fue su primera equivocación.
La segunda advertencia fue comentarles que, en cualquier equipo, siempre hay quien dirige - no era necesario concretar quién, función que recaería de forma homogénea en todos y cada uno de ellos.
Algo que les llamó la atención fue mi maletín, así como un cierto orden a todos los niveles.
Tras alguna que otra pregunta, comenzamos a andar.
Mi meta era conseguir algo y planear cómo: cada uno debería llegar a lo que su capacidad demanda, exigiéndole en un ambiente lo más distendido posible. Esto debía de ser tan complejo que alguno me dijo que los iba a acabar agobiando; está claro que no era profesor...
Deben enfrentarse a determinadas situaciones, con lo que conlleva, sin más.
Alguno estaba a mi lado, otros terqueaban con la pizarra y conmigo. Poco a poco íbamos viendo resultados, algunos me sorprendían. El hecho de realizar un número de ejercicios alto no era más que otra motivación para que se valorasen y aceptasen lo que eran capaces de realizar.
Por supuesto, las bromas eran seguidas, por mi parte y por la del alumnado, siempre con respeto.
Tuve la gran oportunidad de enfrentarme a algo nuevo en mi profesión, tanteando de principio a fin de las sesiones, llevando sorpresas; así como probando estrategias siempre que podía.
No todo fue tan agradable con algún que otro caso, lo que ni voy a comentar.
En definitiva, 3º EP fue un curso bastante satisfactorio.
El curso siguiente con dos ventajas: ya nos conocíamos, tanto los alumnos como los padres. Mi forma de trabajar estaba interiorizada por el grupo; y las reuniones eran menos frecuentes, salvo alguna cuestión que pudiese surgir.
Había una alumna, entre otros, con la que llevaba alegrías cada vez que la llamaba: estar a mi lado era responder correctamente a cualquier pregunta que le planteaba, o resolver un problema por muy complicado que fuese; sentada, era totalmente diferente.
Recuerdo un detalle con la clase entera; en un control de medidas complejas e incomplejas, pasaron de no tener ni un ejercicio correcto a casi todos perfectos. ¿A qué se debió? Cada quien puede sacar sus propias conclusiones.
Los textos no dejaban de ser más que guías orientativas que ni necesitábamos, lo que nos permitía ir por donde quisiéramos.
El ambiente muy agradable, con una absoluta facilidad para permitirme avanzar.
Si se plantea el valor de las matemáticas hoy en día: ¡Menudo disparate! también se pueden dejar las lenguas a nivel escrito, ya que podrían usar los correctores de idiomas.
Pudiera ser que nos estemos olvidando que estamos preparando para algo, un viaje propedéutico para la secundaria. Divertirse es importante y necesario, enfrentarse a lo que van a tener que ir superando, mucho más. ¡Y ya no digamos la vida! llevarlos de la manito puede conducir a que terminen en consultorios de psicología.
Mi meta era conseguir algo y planear cómo: cada uno debería llegar a lo que su capacidad demanda, exigiéndole en un ambiente lo más distendido posible. Esto debía de ser tan complejo que alguno me dijo que los iba a acabar agobiando; está claro que no era profesor...
Deben enfrentarse a determinadas situaciones, con lo que conlleva, sin más.
Alguno estaba a mi lado, otros terqueaban con la pizarra y conmigo. Poco a poco íbamos viendo resultados, algunos me sorprendían. El hecho de realizar un número de ejercicios alto no era más que otra motivación para que se valorasen y aceptasen lo que eran capaces de realizar.
Por supuesto, las bromas eran seguidas, por mi parte y por la del alumnado, siempre con respeto.
Tuve la gran oportunidad de enfrentarme a algo nuevo en mi profesión, tanteando de principio a fin de las sesiones, llevando sorpresas; así como probando estrategias siempre que podía.
No todo fue tan agradable con algún que otro caso, lo que ni voy a comentar.
En definitiva, 3º EP fue un curso bastante satisfactorio.
El curso siguiente con dos ventajas: ya nos conocíamos, tanto los alumnos como los padres. Mi forma de trabajar estaba interiorizada por el grupo; y las reuniones eran menos frecuentes, salvo alguna cuestión que pudiese surgir.
Había una alumna, entre otros, con la que llevaba alegrías cada vez que la llamaba: estar a mi lado era responder correctamente a cualquier pregunta que le planteaba, o resolver un problema por muy complicado que fuese; sentada, era totalmente diferente.
Recuerdo un detalle con la clase entera; en un control de medidas complejas e incomplejas, pasaron de no tener ni un ejercicio correcto a casi todos perfectos. ¿A qué se debió? Cada quien puede sacar sus propias conclusiones.
Los textos no dejaban de ser más que guías orientativas que ni necesitábamos, lo que nos permitía ir por donde quisiéramos.
El ambiente muy agradable, con una absoluta facilidad para permitirme avanzar.
Si se plantea el valor de las matemáticas hoy en día: ¡Menudo disparate! también se pueden dejar las lenguas a nivel escrito, ya que podrían usar los correctores de idiomas.
Pudiera ser que nos estemos olvidando que estamos preparando para algo, un viaje propedéutico para la secundaria. Divertirse es importante y necesario, enfrentarse a lo que van a tener que ir superando, mucho más. ¡Y ya no digamos la vida! llevarlos de la manito puede conducir a que terminen en consultorios de psicología.
Al final, desdoble obligatorio, con el pesar de tener que elegir los que quedan y los que se van, así como los que vienen. Tarea delicadísima, que no supone más que algún que otro enfrentamiento posterior sin base alguna.
Todavía recuerdo las caras que vi cuando me acerqué al otro cuarto y empecé a nombrar a quienes iban a pasar a mi curso: alegría, tristeza, desesperanza.
Por supuesto, reunión con sus padres para explicarles cómo iría a homogeneizar dos grupos en un período de tres o cuatro meses. ¡Tarea nada fácil, más bien compleja!
Y todo ello con el sentimiento de perder a algunos, así como de no saber claramente si mi elección era la correcta.
A nivel personal, queda clara mi postura. El convencimiento no llega por una cierta imposición.
El comienzo de 5º fue diferente a lo habitual: primero, dos realidades distintas a las que había que coordinar, reforzar a una y que la otra mantuviese su nivel; y segundo, dar y conseguir el cariño de unos cuantos.
Si a ello unimos una atención individualizada "rigurosa" en un caso concreto...
Preguntas, no curriculares, sin entender las respuestas obtenidas: un sinsentido, que hubo quien no quiso entenderlo.
No llegué a los cuatro meses, en uno menos logré la unificación del trabajo; eso sí, intentando que alguno se mantuviese despierto, no por mi proceder, sino porque sabían sobradamente lo que estaba impartiendo.
A partir de ahí todo fue rodado, con un ritmo inesperado.
En el curso actual, cuando creo que fue una de las veces que más trabajé y ellos conmigo, llega el famoso microbio y rompe varios de mis objetivos finales.
Pasado el tiempo, habría que preguntarles a mis alumnos a dónde se dirigieron para superar todo el estrés y la tensión padecida conmigo...
El tiempo pasa y sitúa todo.
Genaro