Erase una vez un pulpo de siete años llamado Raúl, que soñaba con ser cocinero. A su edad, los demás pulpos no sabían lo que querían ser de mayores; debido a eso, se reían de él, que, soportando burlas y mejorando en la cocina, sabía que se llegaría a cumplir su deseo.
Encontró trabajo y le iba genial, pero lo echaron por culpa de un compañero y se deprimió muchísimo. Empezó a cocinar sólo para él.
Un día vio a un hombre pidiendo comida, se acercó y le dio un plato de espaguetis. A la mañana siguiente había en su portal muchísima gente; vio un folleto volando, lo leyó: al que había ayudado era un crítico que no dejaba de alabarlo.
Gracias a ese buen acto, llegó a convertirse en lo que tanto deseaba.
Samuel
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