Nos habla acerca de la vanidad y la belleza.
Sucedió que todos los años, las aves realizaban un concurso para elegir a
la más bella entre ellas. La ganadora siempre resultaba coronada y
nombrada como la reina de las aves, título del que podía disfrutar
durante un año entero hasta la competencia siguiente.
Las
gallinas estaban muy orgullosas porque por bastante tiempo, una de
ellas siempre resultaba triunfante. No era extraño que conforme pasaran
los años, una gallina robusta y presumida fuera quien portara la deseada
corona.
Pero entonces los estandarés
de belleza cambiaron y llegó el día en que les tocó perder. Una garza,
esbelta y joven, fue la ganadora del título y quien la arrebató la
corona a las petulantes gallinas. Y por supuesto que esto no les sentó
nada bien. Ellas, obsesionadas con ser admiradas por todo el mundo, se
sometieron a ejercicios extenuantes y dejaron de comer tanto como lo
hacían, esperando adelgazar hasta ser similares a las garzas.
Como
consecuencia de esto se pusieron muy enfermas y pronto empezaron a
poner medios huevos, en lugar de enteros. Además de perder su belleza,
también habían dejado de ser productivas, lo que les acarreó muchos
problemas.
Y fue así como aprendieron y
tuvieron que resignarse a no ser más el ideal de las aves. La ansiada
corona seguiría cambiando de dueño, pero ellas aún podían ser felices.
A veces le damos demasiado importancia a la belleza sobre otras
ventajas, como la inteligencia, la salud o el talento. Si encuentras el
equilibrio entre todas estas cosas, serás una mejor persona y no vivirás
preocupado por ser como alguien más.
Recuerda que lo importante es ser
tú mismo,
y no tanto como te ves.
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