Esta fábula corta encierra una de las lecciones más
importantes en la vida y que puede ser de gran ayuda para los más
pequeños.
Cierto
día, un espléndido ciervo se acerco a beber a un manantial. En ese
instante le llamó la atención su reflejo en el agua. Verdaderamente era
un animal bello, pero lo más bonito que tenía era su cornamente, grande y
robusta. Estaba muy orgulloso de aquel atributo que tanta
admiración le había hecho ganar, entre el resto de los animales.En
cambio, se miró las patas y se dio cuenta de que eran muy largas y
delgadas, a diferencia de sus cuernos. Eso le disgustó bastante puesto
que visto de esa manera, su figura le parecía muy desproporcionada.
“Ójala
tuviera unas patas tan maravillosas como mi cornamenta” pensaba, “si
así fuera, apuesto a que sería la criatura más fuerte y de mejor
apariencia en este lugar”.
Así fue como
siguió mirándose hasta que de pronto, escuchó el sonido inconfundible
de los pasos de un león, que se aproximaba hasta él. Rápidamente el
ciervo emprendió la huida, logrando adelantar una gran distancia gracias
a sus esbeltas patas, que tan feas le parecían instantes atrás.
Pero
con tan mala suerte que debido a lo grande que era su cornamenta, se
quedo atorada entre las ramas de un árbol. Y fue así como el león
finalmente le dio alcance.
Qué ironico
era que la característica de la que más se enorgullecía, ponía su vida
en riesgo y aquella de la que se avergonzaba, pudo haberle salvado la
vida.
A veces puedes
encontrar ayuda
en los lugares menos esperados
o recibirla de donde
jamás te pudiste imaginar.
Confiar ciegamente
en ciertas personas o talentos,
en ciertas personas o talentos,
no siempre es lo más acertado.
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