Este cuento empieza con una familia de dos hijos felices; pero no por mucho tiempo, porque el fin del mundo se acercaba.
Todos pensaban que eran suposiciones; la familia quería sobrevivir y, por eso, investigaron para saber qué les podía salvar.
Un mes después, el padre descubrió una planta para respirar bajo el agua; con ella y otras, preparó una poción para que todo lo terrestre se pudiese sumergir para siempre bajo el agua.
El descubrimiento se empezó a vender por todo el mundo y a echar unas gotas a todas las cosas.
El día anterior al final terrestre, todas las personas metieron sus cosas bajo el agua; menos los protagonistas, que llegaron muy tarde a casa.
Un meteorito chocó contra la Tierra, pero toda la humanidad estaba a salvo gracias al padre.
En el fondo del mar, a salvo, el problema era adaptarse a la vida submarina, construir; en definitiva: ¡Llevar una vida normal!
Pasados muchos años, acostumbrados, no contaron con el hecho de que a los animales marinos no les gustaba su estancia allí e idearon un plan para que se fuesen: los ataques fueron constantes...
No les quedó otro remedio que volver a la superficie y a sus países: ¡Ya había pasado el peligro!
Todos quedaron contentos. La familia se había hecho rica por lo que habían descubierto. Y los científicos estudiaron a fondo esas misteriosas plantas.
Víctor
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