Érase una vez un niño llamado Miguel que se portaba muy mal con sus papás.
Un día le castigaron en su habitación encerrado toda la tarde. Él pidió convertirse en fantasma para que nadie le viese y, además, así no le reñirían.
Tenía miedo de que su petición se cumpliese; aunque nervioso por ello, se echó a dormir.
A la mañana siguiente, se despertó convertido en un fantasma; él no lo sabía hasta que se miró al espejo, y dijo:
"¡Oh, no, qué mal empezamos el día!"
Y a la vez pensó:
"Tendré que buscar una excusa para no ir al colegio; claro que como soy un fantasma, pensarán que están hablando con las paredes".
La verdad, estaba metido en un buen lío y, para colmo, su madre le había llamado para desayunar.
(Continuará)
Salomé
Me encanta tu cuento Salomé
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