Ya era navidad y esperaba impacientemente sus regalos.
Llegó el día tan deseado y le regalaron: una muñeca, un vestido, una nintendo DSI, e incluso un ordenador portátil; pero no estaba contenta con todo aquello...
Aunque le faltaba un regalo, el de su abuelo Manuel, que le llevó un osito de peluche con un corazón en el que se podía leer: "Te quiero". A ella le encantó, fue lo que más le gustó.
Eran las doce de la noche y no podía dormirse. Entonces, la luz de la Luna le alumbró el corazoncito al oso y, de repente, se oyó una voz muy aguda y temblorosa:
- Julia.
Al oírlo, se quedó blanca y quieta como una estatua.
- Julia.
Volvió a oírlo, no se atrevía a mirar al lugar de donde procedía la voz; pero finalmente lo hizo. ¿Y qué vio? Nada.
En un instante, se dio cuenta, cuando vio al peluche moverse y volvió a escuchar su nombre:
- Julia.
- ¿Quién?, ¿yo?, ¿te refieres a mí? Porque hay muchas Julias en el mundo y es muy difícil saber cuál es una y cuál otra, ¿me entiendes?, ¿qué quieres?
- Quiero ser tu amigo, pues nunca tuve uno.
- Y semejante susto para pedirme eso, claro que lo seré.
Y fueron amigos para siempre.
Sara
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