
Era un robot que no sabía hacer nada, sólo se sentaba y te miraba.
Un día su creador decidió arrojarlo a la basura; pero cuando volvió a casa, lo encontró otra vez en la silla. Lo intentó varias veces, pero sin éxito, todo seguía igual.
Luego le hizo unos ajustes; tampoco sirvió de mucho: sólo se sentaba y decía la hora.
Llamó a un amigo suyo, que sólo consiguió instalarle unas funciones inútiles.
Se puso a pensar y llegó a una conclusión:
¡Era un robot de compañía!
Pablo
¡Ufhhhhhhhhh...!Pues yo necesito mucha compañia.
ResponderEliminarCHAO.
Puedes darselo a un niño que necesite compañia
ResponderEliminarUN SALUDO
MARINA