- ¡Era la abuela! ¿Verdad? - Preguntó impaciente la nieta.
- Sí, era preciosa. Tenía las orejas pequeñas y puntiagudas, los ojos redondos y negros como el carbón, una larga cola y un pelaje gris brillante que me cautivó. ¡Un flechazo!
No me podía creer que ella pudiera sentir lo mismo que yo, pero así fue. Enseguida nos dimos cuenta de que vivir el resto de nuestras vidas detrás de unos barrotes no era lo que deseábamos ni para nosotros ni para nuestros hijos. Así que empezamos a pensar en la fuga, lo haríamos cuando nuestro cuidador nos limpiara la jaula.
- Tiene que ser muy triste vivir encerrado. - Comentó Nano.
- Sí, sobre todo ahora que sé lo que se siente al viviendo en libertad; pero me temo que aquel momento no tenía otra opción.
Vuestra abuela y yo saltamos de la jaula a la ventana, y de ésta al árbol que estaba a un lado del jardín. No sabíamos a dónde ir; pero siempre le decía a tu abuela que encontraríamos un lugar donde excavar nuestra madriguera.
- Sí, era preciosa. Tenía las orejas pequeñas y puntiagudas, los ojos redondos y negros como el carbón, una larga cola y un pelaje gris brillante que me cautivó. ¡Un flechazo!
No me podía creer que ella pudiera sentir lo mismo que yo, pero así fue. Enseguida nos dimos cuenta de que vivir el resto de nuestras vidas detrás de unos barrotes no era lo que deseábamos ni para nosotros ni para nuestros hijos. Así que empezamos a pensar en la fuga, lo haríamos cuando nuestro cuidador nos limpiara la jaula.
- Tiene que ser muy triste vivir encerrado. - Comentó Nano.
- Sí, sobre todo ahora que sé lo que se siente al viviendo en libertad; pero me temo que aquel momento no tenía otra opción.
Vuestra abuela y yo saltamos de la jaula a la ventana, y de ésta al árbol que estaba a un lado del jardín. No sabíamos a dónde ir; pero siempre le decía a tu abuela que encontraríamos un lugar donde excavar nuestra madriguera.
(Continuará)
Óscar
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