Le preguntamos a una cigüeña que estaba en lo alto de un campanario:
- ¿Hacia dónde está la selva?
Nos miró un tanto extrañada y se echó a reír diciendo:
- Me temo que estáis muy lejos. La selva está hacia el Sur; yo os puedo ayudar a llegar allí, mañana mismo emigro a un sitio más cálido, en mi ruta paso cerca.
- ¿Nos harías ese favor? - Le pregunté.
- ¡Por supuesto! Me parecéis una pareja encantadora. - Contestó la cigüeña.
Pasaron muchos días y muchas noches antes de llegar a nuestro destino; pero cuando lo vimos, supimos que sería nuestro hogar.
Sus árboles eran enormes, las ramas crecían más que las copas, sus habitantes estaban felices: los que vivían en los troncos no se podían quejar porque eran gruesos y fuertes, y los que moraban en madrigueras, como nosotros, disfrutaban de una tierra perfecta para que las galerías fueran resistentes y duraderas.
- ¡Y así fuisteis felices para siempre! - Gritó Cris con una gran sonrisa en su cara.
- ¿Hacia dónde está la selva?
Nos miró un tanto extrañada y se echó a reír diciendo:
- Me temo que estáis muy lejos. La selva está hacia el Sur; yo os puedo ayudar a llegar allí, mañana mismo emigro a un sitio más cálido, en mi ruta paso cerca.
- ¿Nos harías ese favor? - Le pregunté.
- ¡Por supuesto! Me parecéis una pareja encantadora. - Contestó la cigüeña.
Pasaron muchos días y muchas noches antes de llegar a nuestro destino; pero cuando lo vimos, supimos que sería nuestro hogar.
Sus árboles eran enormes, las ramas crecían más que las copas, sus habitantes estaban felices: los que vivían en los troncos no se podían quejar porque eran gruesos y fuertes, y los que moraban en madrigueras, como nosotros, disfrutaban de una tierra perfecta para que las galerías fueran resistentes y duraderas.
- ¡Y así fuisteis felices para siempre! - Gritó Cris con una gran sonrisa en su cara.
(Continuará)
Óscar
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