En el bosque todos decían que Micaela era un adefesio. Tenía una voz desagradable, unos ojos saltones como huevos y una piel verde y escurridiza.
Vivía en la charca de los patos, que era un lugar húmedo y caluroso si le daba el sol.
¡A nuestra rana le gustaba cantar.! Cuando los rayos solares asomaban entre los árboles, ella se encaramaba a una roca y cantaba; cuando veía la cara de la luna reflejada en la charca, se subía a un nenúfar y cantaba … ¡Siempre estaba cantando!
Vivía en la charca de los patos, que era un lugar húmedo y caluroso si le daba el sol.
¡A nuestra rana le gustaba cantar.! Cuando los rayos solares asomaban entre los árboles, ella se encaramaba a una roca y cantaba; cuando veía la cara de la luna reflejada en la charca, se subía a un nenúfar y cantaba … ¡Siempre estaba cantando!
Los animales se burlaban de ella, le decían que sus canciones eran horribles y la insultaban.
La pobre estaba muy triste, cada noche miraba las estrellas pensando:
- Sé que algún día todos querrán ser mis amigos.
Pero ese día no llegaba nunca y, después de tantas burlas, decidió dejar de cantar.
La pobre estaba muy triste, cada noche miraba las estrellas pensando:
- Sé que algún día todos querrán ser mis amigos.
Pero ese día no llegaba nunca y, después de tantas burlas, decidió dejar de cantar.
Desde entonces, se subía a su piedra y se quedaba allí, muda y quieta.
Los animales le preguntaban:
- ¿Acaso te ha comido la lengua el gato?
Ella contestaba:
- No pienso cantar nunca más.
Ella contestaba:
- No pienso cantar nunca más.
En verano, los pequeños animalitos del bosque acudían a jugar y a chapotear. A Micaela le hacía gracia el mal carácter de los erizos y las bromas de los ratones.
Una mañana brillante, acudieron, como cada día, a bañarse a la charca. Mientras jugaban, unos lobos hambrientos se acercaron a ellos. De pronto, al ver el destello de los ojos de uno de ellos, pensó:
- Debo avisar a los padres del peligro que corren los pequeños.
Sin dudarlo, subió a su piedra, tomó aire y comenzó a cantar con todas sus fuerzas. Los demás animales, al escucharla, supieron que algo sucedía y se dirigieron en tropel al lugar: ratones, erizos, comadrejas, búhos, ardillas, conejos …
Los lobos, al escuchar el ruido y pensando en lo que se les venía encima, salieron huyendo: ¡Creyeron que eran cazadores!
¡LA MÚSICA DE MICAELA HABÍA SALVADO LA VIDA A LOS PEQUEÑOS!
La cogieron en hombros, la pasearon por todo el bosque y la nombraron centinela de la charca.
A partir de ese momento, fue respetada por todos sus vecinos.
Marina
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