Érase una vez una hermosa joven que fue a pasear al bosque y se perdió.
- ¿Qué puedo hacer? - se preguntaba. No encontraré una salida y moriré de hambre.
Al cabo de un rato sintió hambre, y apareció una blanca paloma que llevaba una llave de oro en el pico.
- ¿Ves aquel árbol? - le dijo. Tiene una cerradura, ábrela y encontrarás leche y pan para dar y tomar.
¡Y así fue!
Más tarde sintió sueño, y de nuevo llegó la paloma con otra llave de oro en el pico.
- Abre aquel árbol y tendrás una buena cama para dormir - le dijo.
Dicho y hecho.
Al día siguiente, a la hora de vestirse, la paloma volvió.
- Abre aquel otro árbol con esta llave y encontrarás ropa limpia.
Y así fue pasando el tiempo, hasta que un día la paloma le preguntó:
- ¿Harías algo por mí?
- Ya lo creo - contestó la joven.
- Te llevaré a una pequeña casa, allí encontrarás a una vieja, con la que no has de cruzar ni media palabra, y una mesa llena de joyas. Busca un anillo y tráemelo.
La joven hizo lo que le pidió, pero el anillo no estaba en la mesa.
Entonces vio como la vieja escondía una jaula. Se la arrebató, y en el pico del animal encontró lo que buscaba.
Cogió el anillo y salió de prisa de aquella casa, pensando que la paloma acudiría en su ayuda, pero no fue así …
Desolada, se apoyó en el tronco de un árbol que, inesperadamente, se volvía suave y flexible; sus ramas se convertían en brazos que la abrazaban dulcemente.
Asustada, se giró y vio a un joven y apuesto príncipe.
- Una malvada bruja me había transformado en árbol - le dijo. Cada día me convertiría en una paloma por unos instantes. Mientras ella tuviera el anillo, el hechizo duraría.
- ¿Qué puedo hacer? - se preguntaba. No encontraré una salida y moriré de hambre.
Al cabo de un rato sintió hambre, y apareció una blanca paloma que llevaba una llave de oro en el pico.
- ¿Ves aquel árbol? - le dijo. Tiene una cerradura, ábrela y encontrarás leche y pan para dar y tomar.
¡Y así fue!
Más tarde sintió sueño, y de nuevo llegó la paloma con otra llave de oro en el pico.
- Abre aquel árbol y tendrás una buena cama para dormir - le dijo.
Dicho y hecho.
Al día siguiente, a la hora de vestirse, la paloma volvió.
- Abre aquel otro árbol con esta llave y encontrarás ropa limpia.
Y así fue pasando el tiempo, hasta que un día la paloma le preguntó:
- ¿Harías algo por mí?
- Ya lo creo - contestó la joven.
- Te llevaré a una pequeña casa, allí encontrarás a una vieja, con la que no has de cruzar ni media palabra, y una mesa llena de joyas. Busca un anillo y tráemelo.
La joven hizo lo que le pidió, pero el anillo no estaba en la mesa.
Entonces vio como la vieja escondía una jaula. Se la arrebató, y en el pico del animal encontró lo que buscaba.
Cogió el anillo y salió de prisa de aquella casa, pensando que la paloma acudiría en su ayuda, pero no fue así …
Desolada, se apoyó en el tronco de un árbol que, inesperadamente, se volvía suave y flexible; sus ramas se convertían en brazos que la abrazaban dulcemente.
Asustada, se giró y vio a un joven y apuesto príncipe.
- Una malvada bruja me había transformado en árbol - le dijo. Cada día me convertiría en una paloma por unos instantes. Mientras ella tuviera el anillo, el hechizo duraría.
Salomé
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