Erase una vez una manzana, la más lista y aplicada de la clase; la mejor en todas las asignaturas... Llevaba tres años sacando las mejores notas, la más baja había sido un siete.
Trataba bien y por igual a sus compañeros. Les ayudaba en todas las ocasiones: contentos, agobiados, emocionados, enfadados...
En fin, era el centro de atención y le gustaba serlo. Pensaba que siempre sería así y que nunca cambiaría. Pero nada dura para siempre.
El veintitrés de abril todo cambió, ya que llegó un "PLÁTANO BANANERO". ¡Era terrible! Suspendía todo, no hacia caso a los profesores, maleducado, hacía bromas de mal gusto, insultaba y pegaba a los compañeros. Y hacía "fiestas bananeras".
Pero aun así todos lo querían, le hacían caso y copiaban sus "ejemplos" - por decirlo de alguna manera.
Manzana ya no llamaría más la atención; no le gustaba, no estaba acostumbrada. Seguía haciendo todo lo posible para resaltar.
Primero cambió su aspecto: se puso gafas de sol, gorra hacia atrás y los cordones desatados; en cuanto a su forma de ser: ponía los pies en la mesa, tiraba plásticos al suelo, respondía mal y asistía a semejantes fiestas.
Un día, Manzana se levantó, se miró en un espejo y se preguntó: ¿Esta soy yo? ¿Qué me ha pasado?
En ese momento comprendió todo: había cambiado por culpa de los demás; nunca hizo lo que quería, sino lo que los otros esperaban.
Decidió ser quien era, no perfecta, pero tampoco mala: ¡SER ELLA MISMA!
Mar
No hay comentarios:
Publicar un comentario