Cuando acabe el presente curso, hará cuatro años (dos en la mitad de los alumnos) que comencé a trabajar con estos niños/as, en una situación muy compleja por la pandemia, no sólo por lo que les podía haber afectado mentalmente, sino por la repercusión que a nivel de rendimiento había causado.
Aunque falten poco para acabar, me gustaría concretar alguna que otra cuestión.
Quitando pequeñeces y malas interpretaciones, he sido feliz día tras día; es un placer trabajar con todos y cada uno de ellos, por sí mismos y por el respaldo familiar que hay detrás.
Es bastante complicado llegar a un absoluto entendimiento, porque el camino intermedio entre la exigencia y que se encuentren bien y disfruten no es fácil de conseguir.
La primera reunión general que tuve con las familias expuse algún que otro planteamiento:
- En cuanto al alumnado, mi nivel de exigencia trataría de conseguir cualquier meta y que llegasen a dar todo lo que pudiesen, en función de sus capacidades y esfuerzo. Creo haberlo conseguido, con alguna que otra dificultad porque puede haber quien no entienda (un porcentaje de familias del 32% - concreto, por mi gusto por las matemáticas...) que una nota de aviso o un consejo no van a ir en mi beneficio personal, sino en el del niño afectado. La mayoría de las respuestas fueron positivas, cierta minoría no tanto.
- El concepto de disciplina, tan necesario en los momentos actuales, absolutamente lejano y distante del autoritarismo, supuso el buen funcionamiento del aula, sin problema de ningún tipo a nivel interno.
- El hecho de no descansar ni un minuto, otra labor cumplida, y pensando que nos quedan setenta y cinco días.
- Avanzar con los contenidos de las tres asignaturas que imparto también supuso críticas sin sentido, carentes de lógica.
- Deberes mínimos.
- Había dicho que el trato iba a ser el mismo con todos ellos, y así ha sido, costándome mucho tener que llevarlos por donde he considerado; y lamentándolo cuando pude ser algo estricto en ciertos momentos. Le he tenido que pedir disculpas a alguno/a porque era mi obligación, lo entendieron perfectamente y ahí quedaron pequeñeces sin sentido.
Creo que en septiembre del 2.020 poco más pude haber expresado. Y el tiempo fue pasando.
En el desdoble, fue muy duro: la elección terrible; así como comenzar con otro alumnado, con la reciprocidad mutua de acostumbrarnos al camino que voy marcando.
Por suerte, otra alegría: cualquiera de ellos una maravilla.
De cara al futuro, me refiero al instituto, como consejo, si me lo permitís: una protección excesiva, libertad para que hagan lo que les parezca, alusión a la carencia de tiempo - irreal..., no son los pasos a seguir, ni mucho menos.
Seguro que pensáis que me he adelantado con este escrito; creo que no, sabéis que soy algo adelantado y no me apetecía tener que esperar al mes de mayo; entre otros motivos, por lo ocupado que voy a estar en esas fechas.
Esta tutoría, la última que voy a tener durante cuatro años; me queda poco por trabajar como docente. Las alegrías se quedan conmigo para siempre. Y no me van a olvidar por el hecho que fui el maestro que pasó con ellos la citada pandemia.
Daros las gracias por la reciprocidad y la atención habida durante todo este tiempo.
Genaro Veira