Tras dieciocho años en este colegio, creo que algunas familias deberían saber cuál es mi función, y que en el centro de todo está el alumnado. La realidad es un sinsentido, que ignora el trabajo real de un maestro; parece que las críticas subjetivas ayudan a levantar el ánimo, sin considerar que uno acaba cansado.
Claro que, generalizando, voy a ser injusto con quien no transita por dicho camino.
Voy a exponer un hecho significativo:
"Hola, soy la mamá de un alumno de Genaro; ni siquiera es su tutor, pero desde el día en que notó algo raro apareció y no juzgó, simplemente se ofreció y ayudó. No tenía por qué hacerlo, lo hizo y no os imagináis lo que es ese hombre, aparentemente serio y duro, nos enseñó...
Mi hijo le escribió un texto muy bonito hace unos días, algo que su padre y yo sabíamos, aunque nunca pensamos que le afectara tanto el maldito desglose de cursos.
Se había quedado sin su profesor preferido, el que lo apoyaba, lo animaba y creía en él.
Seguro que ahora estaréis opinando de manera diferente, que soy una pelotas, que estoy loca... No me importa; por suerte o por desgracia ya entendí lo importante que era tenerlo cerca, escuchándolo, respetándolo y dándole buenos consejos.
A un pasito de acabar primaria, quiero decirte, Genaro, que ojalá nuestro hijo se encuentre con mucha gente como tú.
GRACIAS".
Poco puedo añadir, solo que escritos como este resultan impagables, por lo que suponen recíprocamente.
Me preguntaron estos días cómo voy a empezar en septiembre con un curso nuevo. No voy a morir por mis palabras, el tiempo sitúa a cada uno en el lugar que le corresponde.
Genaro Veira
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