Un sábado por la noche Úrsula y Victoria, su madre, estaban viendo la tele: un concurso de canto. Era muy entretenido.
Victoria quiso hacer palomitas, se fue a la cocina y sonó el teléfono. Cogió la niña, no respondía nadie, pero se oían ruidos terroríficos; se asustó mucho, mas no colgó. Al rato escuchó como decían su nombre, era la voz de un señor mayor, que parecía malvado, por lo que llamó a su madre.
Colgaron y marcaron el teléfono de la policía, para comentarles que alguien estaba asustándolas por el móvil. Sin poder decir nada más, les dijeron que, si volvían a llamar, grabasen el mensaje.
Al pasar varias horas, la situación se volvió a repetir, era un número desconocido; tras descolgar, se puso en marcha la grabadora: de no recibir una gran cantidad de dinero, se llevaría a la pequeña; y colgó sin posibilidad de respuesta.
Con los agentes policiales, tras la última llamada, quedaron en un parque concreto para la entrega del dinero.
El plan dio resultado, lo detuvieron. Era el vecino de enfrente, que pasaba por una situación de apuro.
Se dieron cuenta de que no se debe confiar en los desconocidos, así como siempre contar toda verdad de lo que te pase a tus padres.
Aroa
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