Erase una vez un conejo llamado Brincos. Tenía las orejas pequeñas y unos ojos grandes y castaños.
Vivía solo en una isla, donde tenía su madriguera con tele, sofá, cocina... No le faltaba nada.
Al cabo de un tiempo se dijo a sí mismo:
¿Me falta algo que no tengo? Pero si tengo una madriguera que parece una mansión y la TV más lujosa...
Y de repente, ¡Pum!, ya sabía lo que necesitaba: un jardín con piscina.
Empezó a construirla: balancines, columpios, tirolinas, toboganes, trampolines; o sea, con todo lo que deseaba.
Pasados unos meses, volvió a teener el mismo sentimiento: le faltaba algo, que no sabía ni tenía; así que decidió llamar a sus padres.
En ese momento supo lo que era, lo que necesitaba: su familia y sus amigos.
Los invitó a una fiesta donde había luces, comida, tartas, piñatas y, sobre todo:
¡Familiares y amigos que te ayudan en todo!
Mar
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