Un día haciendo limpieza en mi casa, encontré un par de zapatos que hacía mucho que no me ponía.
Quise probarlos, pero... ¡Upssss! No me servían.
Mi hermana, que andaba por allí, quiso ponerlos y, en cuanto se los metió en los pies... ¡Se pusieron a correr cambiando de color! Ella se asustó , gritaba: ¡Ayúdame, ayúdame! Y a mí me dio un ataque de risa.
Los zapatos no paraban, empezó a sonar una sirena: menos mal que se les acabaron las pilas.
Desde entonces solo los usa para hacer gimnasia.
Aroa
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