Erase una vez un cocodrilo que tenía los dientes pequeños.
Se pasaba el día jugando a correr.
Una vez le empezó a rugir la tripa; así que fue a comer unos renacuajos, pero se le escaparon. Luego una rana, pero, antes de morderla, saltó. También probó con juna pelota de baloncesto, que le botaba en la boca.
Estaba muy triste y tenía mucha hambre, así que se fue a sentar al bosque, al lado de un fresal. Quiso probar las fresas y dijo:
- ¡Mmmm!¡Qué dulces están!
Y se comió cincuenta.
Dando un paseo, encontró unos plátanos y:
- ¡Esto está riquísimo, tan dulce y blandito!
Y se comió cincuenta.
Después de andar un poco más, se encontró unas naranjas:
- ¡Uyyy! Esto no será una pelota de baloncesto y me empezara a botar en la boca, ¿no?
Así que las probó y le estalló todo el zumito en la boca.
Y se comió cincuenta.
Luego unos limones:
- ¡Uyyy! Tienen la forma de una naranja y el color de un plátano, deben de estar riquísimos.
Estaban tan ácidos que empezó a correr; tanto, que encontró una sandía y un coco:
- ¡Están muy duros!
Enfadado, les dio con la cola y se abrieron. Le encantaron.
Tras todo este recorrido, acabó abriendo un puesto de frutas.
Mar
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