Hace unos años, una vecina tenía un gato al que llamaba Melchor.
Era un gato persa muy grande, de color gris y manachas negras, y ojos azules.
Al cabo de un tiempo andaba por el tejado del edificio y por las terrazas de los vecinos que vivimos en el cuarto piso. Solía entrar por las ventanas o puertas abiertas.
Una noche, mientras mis padres veían la televisión, entró y se escondió en la cocina y, al cerrar la puerta, quedó dentro.
Cuando estaban durmiendo, saltaba contra la persiana para intentar salir, haciendo mucho ruido. Asustados, se levantaron y se dieron cuenta de que tenían que abrir la puerta para dejarlo marchar. ¡Estaba muy nervioso intentando buscar una salida!
¡Menudo susto para todos!
Diana
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