Alan y sus padres estaban muy felices porque se habían mudado a una enorme mansión y celebrarían su primer halloween.
Decidieron que en las ventanas habría muchos adornos terroríficos y calabazas de todos los tamaños.
Al llegar la noche las calabazas empezaron a volar, sus ojos rojos brillaban y se reían tan fuerte que mostraban sus grandes dientes y colmillos; además, tenían unas manos tan largas que cubrían toda la mansión.
El niño corrió tan rápido hasta que llegó a una pequeña guardilla; tenía tanto miedo que no se podía creer lo que había visto.
Sus padres no paraban de buscarlo por toda la mansión, hasta que lo encontraron temblando y llorando. Y le dijeron que todo había terminado, incluso halloween.
Joan
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