Por fin llegó el tan ansiado momento de poder salir, pero
claro, no todo iba a ser color de rosa, ya que se pueden ver muchas
irresponsabilidades, prácticamente a todas las horas del día.
Los primeros días sólo podían bajar los niños y se podía
ir tranquilamente por la calle; ahora puede salir todo el mundo y en la hora de
los adultos muchas veces no se cumplen las medidas de distanciamiento, desde
personas que no viven en la misma casa y pasean juntas hasta corrillos de
adolescentes charlando... Mi calle normalmente está poco concurrida, pero al
final de la tarde puede llegar a haber 50 personas, además de otras amontonadas
en un camino que llega a unas naves industriales.
Aun así los adultos no son los únicos que infringen las
normas, los niños también lo hacen; seguro que ya los habéis visto jugando un
rondo con el balón o tocando y compartiéndolo todo... En fin, creo que después
de esto la sociedad va a ser muchísimo más higiénica.
Un día mi padre bajó en el turno de los adultos y volvió
a la media hora agobiadísimo; según él, el paseo estaba lleno, la calle
perpendicular a la mía llena y la carretera entre las naves a rebosar y ni
podía volver a casa, dijo que se va a conformar con salir conmigo cada dos días.
Manuel
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