Había una vez un hombre al que le gustaba cazar. Un día, estaba en su casa tan tranquilo, cuando se le vino una idea a la cabeza: por qué no voy con mis dos hijos de caza para que aprendan algo, y así también poder hablar con ellos.
Se lo propuso y aceptaron. El pequeño, de diez años, empezó a pensar qué se podrían encontrar por el camino: vacas, conejos, cerdos, ardillas...
Ya en el bosque, adentrándose más y más, hasta que llegaron a un lugar y vieron una ardilla gigante con brazos de hombre, ropa de cavernícola, unos pies enormes y u na boca amplia.
Cogió a sus hijos, al coche y para casa. Le explicaron a su madre lo sucedido y ella se sorprendió enormemente.
Piero
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