Había una vez un pueblo muy especial con una escuela muy distinta a las demás. Allí los niños no aprendían matemáticas, inglés, lengua... Las asignaturas eran: magia, transformaciones, animales fantásticos, pociones y hechizos.
Mateo era un gran estudiante: siempre era el primero en responder y sabía todos los nombres de los magos de la historia; pero, cuando se trataba de usar la varita mágica, era un desastre.
Si intentaba transformar un objeto en animal, sólo conseguía hacerlo volar; y cuando intentaba hacer volar algo, desaparecía.
Su profesor lo cambió de clase; con su nueva profesora le pasaba lo mismo, hasta que le aconsejó que se relajara y que sintiera de verdad lo que estaba haciendo. Así lo hizo y superó su primer año de magia.
Christian y Diego
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