Una tarde de verano decidimos ir a un sendero que está en Carral. Había unos molinos de agua reconstruidos, después continuamos por caminos de tierra muy anchos, subimos a un monte muy alto, caminamos durante un par de horas... Estábamos agotados, consultamos el GPS y nos quedaba una hora para regresar al coche.
Lo peor fue que de repente el camino se dividía en dos, decidimos coger el de la derecha, anduvimpos aproximadamente diez minutos; y se volvió a dividir, nosotros siguiendo de nuevo el de la derecha, pero esta vez equivocados: ¡No tenía salida! Así que volvimos sobre nuestros pasos y cogimos el de la izquierda, dejando el bosque y encontrándonos con la carretera general.
¡Estábamos agotados y no había nadie a quien preguntar! Vimos a lo lejos una furgoneta a la que paramos para pedir información; como iba a oscurecer, nos llevó.
Paró antes en el "Pazo das Cadeas" y para nuestro asombro escaló el muro en lugar de entrar por la puerta; cinco minutos después volvió arrastrándose por el mismo y metió en el coche una escopeta de caza.
Llegamos a nuesro destino sanos y salvos; era noche cerrada, se lo agradecimos mucho y él nos dio un apretón de manos. Nos salvó.
Quién nos vería en el monte de noche...
Manuel
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