A Juan y a Jorge les encantaba hacer muchas travesuras y los castigaban; pero lo que más: ¡Jugar a las maquinitas!
Un día hicieron una trastada muy grande y su madre los castigó seis meses sin consolas; ellos se enfadaron mucho, pero se aguantaron hasta que no pudieron más y pensaron algo.
A Jorge, que lee muchos comics, se le ocurrió algo alocado: hacer un cohete con ramas y trastos viejos detrás de la casa. Allí había una lámpara con mucho polvo, la frotaron y salió un mago que les ofreció un deseo: un cohete que fuera muy rápido.
La madre los vio despegar y llamó a la policía, ambulancia, bomberos... Para ver si habían caído en algún sitio; lo que no sabía era que se dirigían al espacio.
Mientras, ellos veían: planetas, satélites, la Luna, el Sol... Los conocían todos pero, mientras miraban, no se dieron cuenta y chocaron.
Cuando bajaron, no reconocieron ni a la Tierra.
Se podía respirar y era extenso, mas estaba todo gris y lleno de basura.
Cuando avistaron casas, no había nadie en la calle. Una niña los vio y les contó que no podían salir porque les daba miedo que las montañas de basura les cayeran encima. Se les ocurrió la idea de ayudarles limpiando y reciclando.
A los ciudadanos les pareció bien. Cuando acabaron, les dieron una maquinita y una planta únicas de su planeta.
Al llegar a la Tierra, su madre no les castigó por el susto que tenía y le contaron su historia. Ella no se lo creyó y los llevó a un psiquiatra.
Una semana después se dieron cuenta de que tenían la planta y el aparatito únicos.
Ella no se convenció del todo. Tenían un vecino científico, analizó los objetos y confirmó que eran de otro planeta.
La madre se dio cuenta y pidió perdón. El científico prometió no contárselo a nadie. Y ellos siguieron haciendo trastadas.
Alvaro
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