Érase una vez una bruja malvada, a la que un día el demonio le dijo:
- Hay muchas brujas malas y ninguna buena, tú y otras os convertiréis en buenas. Tendréis que ir a Dios y decirle que venís por el trabajo.
Nada más acabar, desapareció sin dejar huella. La bruja cogió su escoba y se fue.
Tenía que atravesar el Cementerio Encantado, el Bosque del Moribundo y el Lago de los Zombis para llegar a su destino.
Cuando estaba llegando al cementerio, escuchó unos lamentos y vio un grupo de fantasmas:
Nada más acabar, desapareció sin dejar huella. La bruja cogió su escoba y se fue.
Tenía que atravesar el Cementerio Encantado, el Bosque del Moribundo y el Lago de los Zombis para llegar a su destino.
Cuando estaba llegando al cementerio, escuchó unos lamentos y vio un grupo de fantasmas:
¡Le estaban disparando rayos de pena y lamentos!
No podía soportarlo, chocó contra un árbol y se cayó dentro de una tumba vieja y sucia. Allí, un esqueleto la agarró y no la soltó; pero ella cogió su varita y lo destruyó.
Cuando logró salir, vio que su escoba estaba rota y tuvo que ir andando. Salió corriendo y llegó al bosque, donde un árbol la cogió y se la tragó.
Su varita fosforecente le permitió ver un esqueleto con una escoba mágica, y con ella en posición soplete cortó el árbol, cogió la escoba del esqueleto y escapó corriendo.
Poco después vio un zombi con muy mal aspecto: con un hacha en la cabeza y un cuchillo en la espalda, lo que significaba que estaba llegando al Lago de los Zombis.
Sin darse cuenta, uno saltó sobre ella, perdió el control de la escoba y se la comió un pez gigante. Con su varita fue explorándolo y descubrió un barco; se subió y con su varita en posición cerilla lo hizo estornudar y salió catapultada al reino divino.
Cuando logró salir, vio que su escoba estaba rota y tuvo que ir andando. Salió corriendo y llegó al bosque, donde un árbol la cogió y se la tragó.
Su varita fosforecente le permitió ver un esqueleto con una escoba mágica, y con ella en posición soplete cortó el árbol, cogió la escoba del esqueleto y escapó corriendo.
Poco después vio un zombi con muy mal aspecto: con un hacha en la cabeza y un cuchillo en la espalda, lo que significaba que estaba llegando al Lago de los Zombis.
Sin darse cuenta, uno saltó sobre ella, perdió el control de la escoba y se la comió un pez gigante. Con su varita fue explorándolo y descubrió un barco; se subió y con su varita en posición cerilla lo hizo estornudar y salió catapultada al reino divino.
En aquel lugar, Dios le dijo que fuera a la sección de cuenta cuentos, y con unas lecciones de lectura hizo su primer encargo, con unas gemelas que tenían miedo a la oscuridad.
¡Y así aprendió que también puede haber brujas buenas!
Rubén
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