Cuando llegaron, se encontraron con que no había electricidad, usaban sólo la luz solar; por eso desayunaban y cenaban muy pronto.
Tampoco había con que entretenerse, sólo con una vieja y sucia peonza.
El abuelo, un día, les propuso que limpiaran el trastero que había en el último piso. No les hizo mucha gracia; pero como no tenían otra cosa que hacer, aceptaron.
Tuvieron que abrir todas las ventanas para poder ver. Había grandes armarios llenos de: ropa marinera de almirante, vestidos largos de seda, un montón de juguetes antiguos hechos con madera, mantas de lana...
Estuvieron jugando todo el día, hasta que el sol dejó de iluminar la habitación. Después cenaron y se fueron a la cama. Soñaron con lo divertido que fue ese día y lo felices que serían en aquella casa.
Óscar
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