Un día caluroso de verano, Laura vino a Carnota con su familia.
Fuimos al río y ella se cayó al agua, empezó a llorar y a mí me daba la risa; fuimos a casa a cambiarla y ella seguía llorando. Al ver que no se le daba importancia, se relajó y:
¡Pasamos una tarde estupenda!
Por la noche en la cama mi madre me preguntó:
- ¿Por qué te reías?
- Porque tenía cara de asustada.
- Pues recuerda: cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar.
Así fue, pocos días después en el mismo sitio me caí, y también puse cara de susto y también mis amigos se morían de la risa.
Clara
Y te reías de tu amiga.
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