- Desde que ayer fui a la fuente del señor Pablo, tengo una sensación rara, como si me siguiesen - dijo Mario.
- ¿Por qué piensas eso? - quiso saber Diego.
- Me temo que quieren comerme y estoy seriamente preocupado.
- ¡Oh, vaya!
En ese momento, notaron un ruido y un leve movimiento en la gran hoja de lechuga y los dos miraron hacia arriba, muertos de miedo, y escucharon:.
- Hola, pequeñines, ¿qué hacéis ahí tan solitos? Voy a llevaros a un lugar más seguro.
Una mano amigo los sacó de allí y los dejó, con mucho cuidado, en una gran piedra, al lado de la fuente del señor Pablo.
Óscar
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