Allí vivían un cepillo y una pasta de dientes que discutían tres veces al día.
- ¡Basta, pasta! ¡Ya no aguanto más tu sabor! - protestó el cepillo.
- No te quejes tanto. Tú lo que tienes son celos, pues nuestro dueño me prefiere a mí. - afirmó la pasta.
- ¡Ya, ya! Yo sólo estoy esperando a que se termine el tubo para perderte de vista.
La pasta quedó muy triste al saber que su futuro sería muy corto.
Óscar
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