sábado, 11 de abril de 2020

"Una parte de mi vida"


Todo empezó a ser diferente cuando después de acabar segundo de Primaria me encontré en clase con mi nuevo profe que se llamaría Genaro; fue y seguirá siendo mi favorito, al que admiro por todo lo que sabe y como enseña; a pesar de que muchas veces me enfurruño cuando no reconozco mis errores.

Ya el primer día nos había enseñado cómo hacer un resumen y me acuerdo de que la primera que había salido al encerado a hacerlo fui yo, ese día me moría de vergüenza.

También me acuerdo de una anécdota que pasó en ese curso, se trataba de una gaviota que estaba fuera (merecía mi respeto);  le dijo que pasara y que, si quería, que entrase para aprender matemáticas; en ese momento nos miramos todos y pensamos que además de trabajar duro también nos lo íbamos a pasar bien.

Admito que cada vez que salía al encerado siempre me ponía nerviosa y eso que intentaba no estarlo, pero nada, aún hoy me sigue pasando.

Uno de esos tantos días llegó a clase y nos dijo que teníamos que comprar tochos de lengua, mate y lingua; en ese momento estábamos flipando, no entendíamos nada; pero pronto sabríamos el significado de aquello tan desconocido para nosotros.

Después de pasar varios días, dijo que sacara el tocho y que me sentara pegada a él; en ese instante me puse tan nerviosa que al ponerme en su mesa me temblaban las piernas, pero con el tiempo me fui calmando porque sabía que lo hacía por mi bien, estaba más concentrada y además estaba más tiempo con el profesor al que tanto apreciaba.

En tercero nos enseñó muchísimas cosas (sobre todo de matemáticas) como a dividir por una, por dos, por tres e incluso por cuatro cifras; también me acuerdo de que los libros del primer, segundo y tercer trimestre de matemáticas, lengua y lingua los habíamos acabado ya en diciembre, siempre acabábamos la materia antes y ¡eso molaba! (No es tan difícil)



¡HOLA OTRA VEZ! Estate atento que ahora voy a contar mi experiencia de cuando pasé de tercero a cuarto.


En las vacaciones estaba esperando volver a ver a Genaro porque echaba de menos tanto sus broncas (hacia mí) como sus chistes.



Al regresar estaba muy contenta de estar con él hasta que un día nos dijo que iba a ir al aula de al lado y que luego hablaríamos; en ese momento me puse muy nerviosa porque no sabía qué se proponía.

Regresó a nuestra clase, todos se quedaron callados y nos explicó que cuando fuéramos a quinto algunos no íbamos a estar con él porque nos tenían que mezclar. Al escuchar eso me puse a la vez triste y nerviosa porque iba a echar de menos a algunos de mis amigos y porque tenía miedo de que no siguiera siendo alumna de mi profesor favorito; aun así, como quedaba bastante curso, por delante y con una pequeña esperanza, seguí contenta.



Recuerdo una anécdota, que fue que los problemas que había hecho de matemáticas en su mesa, los tenía que escribir en el encerado y dio la casualidad de que después teníamos una excursión y no pude merendar. Cuando llegué a mi casa tenía tanta hambre que me puse como una loca a comer; mis padres pensaban que estaba enferma porque normalmente yo suelo comer muy poco o casi nada, pero les expliqué todo lo que pasó.

En esos tiempos siempre había parejitas y a algunos niños les gustaba yo, así que ya empezaba a verse movimiento en el patio, se formaban parejas, luego cortaban y se iba enterando todo el colegio.



En cuarto estar con Genaro fue muy divertido, aunque nos dijera que quizás algunos no iban a estar con él al año siguiente.
Recuerdo que en el poco rato libre que teníamos nos dedicábamos a escribir parejas que se gustaban en los diccionarios de clase; madre mía si se llega a enterar, creo que hoy lo va a saber.

También pasé momentos no tan buenos por algún problemilla con cierta compañera, a pesar de que no era yo la única que los tenía.
Otro de esos peores momentos fue cuando saqué la peor nota de mi vida en un examen de Matemáticas, vaya bronca me cayó, en el cole y en casa. ¡Buf! De hecho, aún lo guardo, pero me da pánico cada vez que lo veo.

En general, lo pasé bien; por ejemplo, en las situaciones que nos observaba y rápidamente nos mandaba hacer reflexiones por escrito sobre lo que hacíamos en clase, como mirar las baldosas o tener la boca abierta.
Mis mejores amigos eran los niños, dos en concreto con los que me llevaba muy bien; pero por culpa de mezclar y separar las clases ya no estaríamos juntos.
¡Ojalá en algún curso, aunque sea de la ESO, podamos volver a coincidir y si tuviéramos profesores como él ya sería lo mejor que me pudiera pasar!



En las vacaciones de verano estaba muy nerviosa por si me cogía o no en quinto. Incluso un día estaba en el coche y me acordé de eso y me puse histérica diciendo:
-          ¡Y si no me coge . . .! ¡Y si no me coge . . .!
Pero un día mi padre me tranquilizó diciéndome ¨malo será¨.

Cuando llegué el primer día a la clase de quinto fue muy divertida y además estaba en una diferente. Me di cuenta de que faltaban bastantes niños con los que antes estaba y sabía que los iba a echar de menos.

Procuré ser amable y educada con los nuevos y nuevas y también recuperé algunas amistades que tenía con otros amigos que había perdido en segundo.

Algunos estaban muy asustados porque creían en los rumores que había sobre el profesor de que era muy maaalo y que había que trabajar duro y no sé qué . . . no sé qué . . ., pero poco a poco se fueron dando cuenta de que eso era mentira ya desde el primer día porque era muy gracioso y porque nos enseñaba mucho y bien.
Incluso yo me quedé impresionada al ver como los iba introduciendo en los tochos que, al principio podían estar asustados, pero poco a poco fueron respondiendo muy bien. Nosotros les decíamos que era muy divertido hacer 100 ejercicios o más en un día y cada día se ponían menos nerviosos.

Lo mejor de todo estaba por venir, cuando por fin la excursión, íbamos a la playa de Perbes; pero el mal tiempo nos lo impidió, así que tuvimos que ir al albergue de Gandarío. ¡Lo pasamos genial porque a pesar de no hacer bueno pudimos bañarnos!

Ya llegué al año en el que estoy, bueno más o menos porque ahora mismo estoy en mi casa gracias al Coronavirus.
Este curso es mi favorito porque, además de que iba a ser el último, iba a ir a una excursión “tope guay”, hasta que apareció mi mayor enemigo, el dichoso virus Covid-19.

Aprendí muchas más cosas con Genaro (aparte de las que ya había adquirido); como, por ejemplo, las ecuaciones, que era lo peor para mi porque no se me daban nada bien, hasta que mi profesor me enseñó sacándome al encerado millones de veces.

Lo que más me gustó de este curso fue cuando nos dijo que íbamos a comprar cuatro tochos..., escucha bien, 4 tochos... En ese momento yo exploté porque era mi sueño hecho realidad y además uno era de secundaria. ¿Qué profesor se preocupa por preparar tan bien a sus alumnos y alumnas? No creo que haya muchos.
En la primera evaluación todo fue perfecto, en la segunda lo mismo hasta que de repente cuando ya nos faltaba poco para estar bien preparados para la ESO con todo lo que estábamos avanzando, nos tuvimos que quedar en casa y mientras tanto ya llegó la tercera. Ahí me di cuenta de que, si volvemos a vernos todos y todas, será prácticamente para despedirnos; a ver si por lo menos tenemos suerte en eso.

Además qué casualidad que justamente a mí me tenía que tocar en este curso... ¡NO PODEMOS IR A LA EXCURSIÓN! Algo que también me hacía mucha ilusión. Gracias al estúpido virus ese que estoy deseando que se muera ya y podamos vivir tranquilos; porque además yo vivo en una urbanización y antes salía a jugar, pero lo único por lo que podemos comunicarnos es por teléfono o saliendo a la terraza a gritar. Tampoco me puedo quejar porque tengo compañeros que viven en un piso pequeño y supongo que será bastante peor.
Ahora solo tengo la esperanza de ver a mis compañeros y compañeras del cole y a mi profesor, que sé que me acordaré muchas veces en mi vida de él, y poder despedirme de todos ellos. 




Polifacética de nacimiento

No hay comentarios:

Publicar un comentario